No hay un momento más propicio, con mayor potencial y más conveniente para trabajarla que la infancia. Porque el cerebro de un niño es un terreno extremadamente fértil. Y además de eso, la forma de vivir la vida de los niños hace que expriman al máximo cada pequeña dosis de creatividad. Porque todavía no existen límites infranqueables en su visión del mundo. Creen que todo se puede hacer, de modo que si les damos las herramientas cognitivas adecuadas, se convertirán en adultos que alcanzan sueños porque saben que pueden crear lo que sea que puedan imaginar.